Descripción
El día que nací, cuenta mi tío Nery, que la cuadra de la clínica estaba atestada de gatos, salían por los rincones y se posaban en los muros.
Parecía que se reunían esa tarde de domingo.
Sin importar la tormenta que vibraba y emergía intensa y terrorífica.
Pasaron muchas cosas en mi vida, sin embargo, ese clima fue el que siempre se sostuvo.
Las primeras historias de terror que conté, se las narré a mis hermanas. Nos encerrábamos en la habitación y comenzaba el ritual. Nos invadía el miedo y la adrenalina mientras que yo sentía que hablaba por primera vez un lenguaje tan mío como ningún otro. Escapábamos, así, del verdadero miedo que muchas veces nos tocó vivir.
En el terror siempre encuentro un camino, una salida, la mejor forma de expresar mi visión del mundo.
No se trata solo de fantasmas y cuestiones sobrenaturales. El verdadero terror, a mi entender, es aquel que naturalizamos, que pasa desapercibido. Que está en los ojos de cada niño de la calle, en el destello de cada deseo.