Descripción
Un cuaderno, una birome y el asiento del tren del Ferrocarril Sarmiento fueron mi escritorio. Ida y vuelta, tarde y noche, todos los días. Corrían los años 80. Observaba a mi alrededor otras vidas, otras historias. Era entonces que las palabras brotaban en mi mente y mi corazón pedía explicaciones. Vertía en el papel mis sentimientos, estados de ánimo, dudas. Aprendí a transformarlos y darles una forma poética que me ayudaba a desatar los nudos de mi garganta, y ver belleza en el dolor.
Tal vez alguien pueda identificarse porque, en definitiva, más allá del género, todos tenemos mucho en común: mandatos familiares, autoestima baja, culpas, miedos, pero por sobre todas las cosas esperanza, por eso aún es tiempo de empezar.